martes, 21 de septiembre de 2021

SILVERIA CORRAL LOAISA : UNA FIGURA LEGENDARIA EN LA HISTORIA DE CERRO MURIANO (CÓRDOBA) CUYA HUELLA SIGUE MUY PRESENTE

Texto y Fotos en Color : José Manuel Serrano Esparza 

                                                                                                                   Silveria Corral Loaisa en 1930. 

Silveria Corral Loaisa (1900-1989) fue, es y seguirá siendo uno de los personajes más importantes en toda la historia de Cerro Muriano (Córdoba), un ser humano irrepetible que dedicó su vida en gran medida a hacer el bien a los demás y dejó su imborrable impronta humana en todos aquellos que tuvieron la suerte de conocerla. 

Silveria Corral Loaisa nació en Serón (Almería) en 1900, con el comienzo del siglo XX.

Muy pronto, con tan sólo varios días de edad, marchó con sus padres a Almería capital, donde vivió hasta mediados de los años veinte, casándose con Nicolás Blanque Doméne en Alcóntar (Almería), tras lo cual fue a principios de los años treinta con su marido a Villafranca de Córdoba y Bujalance, donde se instaló en varias zonas de campo desde entonces hasta el final de la Guerra Civil Española, trasladándose con toda su familia el 15 de abril de 1939 a Cerro Muriano (Córdoba), donde fijó su residencia hasta su fallecimiento en 1989. 

Durante toda su vida no supo leer ni escribir.

Pero resulta difícil encontrar una biografía más apasionante que la de esta mujer muy especial, dotada desde muy joven con el don de curar una amplia gama de dolencias y heridas de todo tipo, y que nunca quiso cobrar nada a nadie ni hacer publicidad alguna con respecto a sus portentosas cualidades para la sanación en personas de todas las edades. 

FORMIDABLE DON TERAPÉUTICO CUYO ORIGEN SIGUE SIENDO UN ENIGMA SIN RESOLVER

Silveria Corral Loaisa fue criada por su madre Juana en zonas boscosas entre aproximadamente 1900 y 1912, alimentándola con todo tipo de frutos silvestres e iniciándola desde su más temprana adolescencia en el conocimiento de las propiedades medicinales de un extenso surtido de plantas, cuyas virtudes principales había aprendido en áreas de Serón, Alcóntar, Bayarque y Bacares, durante una época de crisis económica generalizada por toda España, catalizada por las consecuencias del coste de las guerras de Cuba y Filipinas, así como por unas enormes desigualdades sociales. 

Por si todo ello fuera poco, el año en que nació Silveria Corral Loaisa, España tenía un porcentaje de población analfabeta del 64% y sólo las clases más pudientes podían permitirse acceder a la enseñanza secundaria y la universidad, estando también la enseñanza primaria fuera del alcance de muchas familias campesinas, que constituían alrededor del 40% del total de la población activa en España y cuyos hijos tenían que trabajar duramente en el campo a partir de aproximadamente los ocho años de edad para poder ayudar a la subsistencia. 

Una época en que la ocupación laboral más extendida por todo el país era la de jornalero, sin olvidar el hecho de que muchísimas mujeres campesinas se veían obligadas a trabajar también de sol a sol en las faenas del campo para ayudar a la economía familiar, además de preparar las comidas y lavar la ropa, con lo cual sus horas de trabajo diarias eran en realidad todavía más que las de los hombres. 

Éste fue el contexto en el que se vió inmersa Silveria Corral Loaisa desde su nacimiento, y que continuó a principios de los años veinte, tras contraer nupcias con Nicolás Blanque Domene, que era jornalero, al igual que Antonio, padre de Silveria.

                                                                         Silveria Corral Loaisa y su marido Nicolás Blanque Domene en 1930.

La foto de principios de los años treinta de Silveria Corral Loaisa y su marido Nicolás Blanque Domene muestra a una mujer de gran belleza natural y fuerza en la mirada, con indumentaria de color negro y delantal utilizado durante la elaboración de las comidas, mientras que su esposo jornalero muestra en su rostro endurecido y sometido a todo tipo de privaciones las secuelas del agotamiento y envejecimiento prematuro (aparenta más años de los que realmente tiene) como consecuencia del durísimo trabajo en el campo y unas condiciones laborales muy precarias, con frecuencia entre 12 y 16 horas diarias de sol a sol.

Este hombre ha sufrido mucho durante su vida. Aparece muy delgado, con el rostro enjuto, barba de varios días, le faltan algunos dientes y su pelo está desarreglado. 

Su mirada revela claramente que ha trabajado hasta la extenuación en las faenas agrícolas desde niño. 

Sea como fuere, ambos mantienen ante la cámara una compostura de enorme dignidad y orgullo, algo especialmente encomiable dadas las circunstancias extremas de lucha por la supervivencia en que ambos están inmersos. 

Porque esta dura y a la vez entrañable imagen en blanco y negro revela ante todo y para todo el ancestral coraje de vivir inherente a la especie humana.  

Pero la trayectoria diacrónica de Silveria Corral Loaisa está fortísimamente impregnada de misterio : durante su niñez y adolescencia, fue criada y educada sobre todo por su madre (su padre tuvo que trabajar a destajo en el campo durante toda su vida), que la enseñó nociones básicas de propiedades curativas de distintas plantas, además de instruirla en diferentes frutos silvestres comestibles que podían complementar la dieta deficitaria en proteínas típica de la época en las familias campesinas y permitir la supervivencia en las épocas de mayor necesidad. 

Con el transcurrir de los años, Silveria Corral Loaisa incrementó los conocimientos esenciales sobre propiedades curativas de plantas que le había enseñado su madre, hasta adquirir un nivel ciertamente descomunal en tal ámbito, convirtiéndose en una gran experta en la riqueza, diversidad y potencial fitoterapéutico de las plantas medicinales existentes en la zona de Cerro Muriano, incluso en sus lugares más recónditos, de tal manera que su fama, algo no anhelado por ella, y que empezó a forjarse desde principios de los años cuarenta, se cimentó en gran medida en su inefable talento e intuición para curar no sólo las culebrillas, sino también muchas enfermedades distintas, así como roturas de huesos, luxaciones, gangrenas, lumbagos crónicos, etc. 

Inevitablemente, surge la pregunta : ¿Cuándo y cómo fue capaz Silveria Corral Blanque de adquirir ese inmenso caudal de conocimientos en una pléyade de plantas medicinales distintas, si tenía que trabajar muchísimas horas al día tanto en el campo como en casa para ayudar a su marido?

A día de hoy, treinta y dos años después de su fallecimiento y 121 desde su nacimiento, nadie ha sido capaz de encontrar una respuesta. 

Fotografía de 1945 en la que aparece Silveria Corral Loaisa con su marido Nicolás Blanque Domene y cuatro de sus once hijos (de izquierda a derecha) : Nicolás (nacido en 1944), Antonio (el hermano mayor, situado entre sus padres), Antoñita (nacida el 12 de diciembre de 1939) y Lola (nacida el 27 de junio de 1941). Es una imagen muy interesante, en la que Silveria aparece ya en plena madurez, con 45 años de edad y físicamente desgastada por el paso de los años, su infatigable labor de madre y las muchísimas horas de trabajo durante tres décadas, aunque preservando todavía buena parte de su belleza y empuje, mientras que su marido Nicolás, que tiene unos 50 años de edad, está muy envejecido y enfermo, tras 40 años de trabajo a destajo en el campo como jornalero (morirá dos años después, en 1947), pese a lo cual su semblante refleja una gran felicidad, ya que Silveria le ha dado once hijos, de los que ambos están muy orgullosos.  

Pero parece ser que desde principios de los años cuarenta, a base de tesón, esfuerzo, pasión y una enorme fuerza de voluntad, Silveria Corral Loaisa pudo encontrar tiempo para perfeccionar en gran medida los conocimientos que le fueron transmitidos por su madre, aprender de modo infatigable y experimentar constantemente con todo tipo de plantas que buscaba in situ en los lugares más variopintos. 

Bellísima pita en la zona sur de Cerro Muriano (Córdoba), a la izquierda del tramo de carretera N-432a Granada-Badajoz que discurre aproximadamente 400 metros antes de llegar al Restaurante Los Pinares. Las plantas con propiedades curativas son un regalo de la naturaleza que se utiliza desde la más remota antigüedad. A base de tesón, perseverancia y partiendo de nociones básicas que le enseñó su madre en varias áreas de la provincia de Almería durante las dos primeras décadas del siglo XX, Silveria Corral Loaisa pudo desarrollar un gran conocimiento en este ámbito, que perfeccionó más y más en Cerro Muriano desde principios de la década de los años cuarenta hasta los años ochenta.

Plantas como la pita, de la que Silveria extrajo siempre el máximo potencial curativo posible, especialmente con la inserción de pies accidentados en agua caliente durante una hora, 

Otra preciosa pita en la zona sur de Cerro Muriano (Córdoba), a la derecha del tramo de carretera N-432a Granada-Badajoz que discurre aproximadamente 300 metros antes de llegar al Restaurante Los Pinares. 

con dosis que ella preparaba de dicha planta, tras sus famosos tirones bruscos previos en distintas direcciones con los que conseguía volver a poner los huesos en su sitio.  

UNA INTUICIÓN Y PERSPICACIA PSICOLÓGICA VERDADERAMENTE IMPRESIONANTES

Otro de los aspectos más destacados de la personalidad de Silveria Corral Loaisa ensalzados por las muchas personas de Cerro Muriano, Obejo y Córdoba capital a las que curó entre los años cuarenta y finales de los ochenta, fue siempre su inefable aproximación psicológica a cada accidentado o enfermo. 

Es decir, Silveria tenía una gran capacidad para relacionarse profundamente con cada persona a la que atendía, mediante grandes dosis de empatía, aceptación incondicional y autenticidad.

Y éste vínculo obtenido mediante palabras y lenguaje corporal adecuados, además de su famosa mirada, daba una gran confianza y seguridad a sus pacientes. 

De entre las brumas del tiempo surge cada vez con más fuerza la egregia figura y espíritu de Silveria Corral Loaisa, cuya diacrónica y muy encomiable labor humana en Cerro Muriano (Córdoba), ayudando desinteresadamente a todos los que confiaron en ella durante muchas décadas del siglo XX, sigue muy viva en el recuerdo, con un enorme, sincero e incólume cariño. 

Así pues, el gran don para la curación de Silveria Corral Loaisa emanaba no sólo de su vasto conocimiento de las propiedades medicinales de una amplísima variedad de plantas y de su talento intuitivo a la hora de dar sus célebres tirones de huesos con los que volvía a ponerlos en su sitio (además de sus palpaciones en zonas concretas del cuerpo dependiendo de cada zona accidentada o dolencia específica), sino también de su singular don para establecer sintonía con cada paciente y comunicar dicha empatía, tanto con su lenguaje verbal como corporal, optimizando el potencial sanador mediante la confianza mútua, de tal manera que se generaba un vínculo indisoluble entre Silveria y cada persona a la que asistía lo mejor que podía, siempre con muy pocos medios, con una especie de medicina natural de cosecha propia, pero de gran eficacia. 

Por increíble que pueda parecer (Silveria era analfabeta y nunca pudo ir a la escuela, ni siquiera a enseñanza primaria, como consecuencia de las difíciles circunstancias económicas que tuvo que afrontar su familia desde principios del siglo XX), esta histórica y muy entrañable mujer sabía a la perfección cómo identificarse con las necesidades y sentimientos de cada paciente y adaptarse a ellas.

Silveria Corral Loaisa era plenamente consciente de que cada persona precisa un tipo distinto de interacción y la génesis de una fuerte conexión emocional que la convenza de que se va a curar. 

Y éste fue un ámbito en el que Silveria también destacó en gran medida, lo cual catalizó una plena simbiosis con sus profundos conocimientos de las propiedades medicinales de muchas plantas, su intuición terapéutica y su acervo empírico muy sui géneris, totalmente basado en la experiencia, de tirones de huesos para reubicarlos en su posición inicial antes de accidentes. 

HUMILDAD A PRUEBA DE BOMBA Y AUSENCIA DE GANANCIA 

                               Silveria Corral Loaisa en una fotografía hecha en Cerro Muriano (Córdoba) a principios de los años ochenta. 

Silveria Corral Loaisa siempre tuvo como virtud añadida la proverbial humildad que caracteriza a las personas realmente grandes e importantes. 

De hecho, su trayectoria vital tuvo dos ejes principales : 

2 de abril de 1967. Celebración de la boda de Lola Blanque Corral en el Bar Restaurante Cinema de Cerro Muriano (Córdoba). De izquierda a derecha : Silveria Corral Loaisa, Antonia (madre de Basilio), Lola Blanque Corral (hija de Silveria), Basilio (marido de Lola) y su padre Juan Manuel. Puede apreciarse en la imagen como la mítica Silveria agarra la mano de la madre de Basilio (físicamente más deteriorada) para arroparla y que perciba todo su cariño. Además, Basilio siempre tuvo un enorme cariño y química hacia Silveria, de tal manera que desde principios de los años ochenta, cuando ya no pudo andar, Basilio y Lola iban a todas partes con Silveria, que iba montada en una silla de ruedas.  

2 de abril de 1967. Celebración de la boda de Lola Blanque Corral en el Bar Restaurante Cinema en Cerro Muriano (Córdoba). De izquierda a derecha : Rosi (cuñada de la tía Paulita), la tía Paulita (esposa de Fernando), Fernando Blanque Corral (hermano de Silveria), Silveria Corral Loaisa (madre de Lola), Basilio (marido de Lola), Adela (hija de Silveria), su marido Antonio y su hijo Antoñete. Silveria Corral Loaisa aparece sonriente y exultante de alegría. Es en esos momentos la mujer más feliz del mundo. 

a) La máxima atención a su esposo y sus once hijos : Emilia, María, Adela, Pedro, Fernando, Antonio, Joaquín (que murió con tres años de edad antes de la guerra, y que está enterrado en Villanueva de Córdoba), Antonia, Alejandro, Lola y Nicolás, a los que siempre amó con locura, luchando con uñas y dientes para conseguir sacarles adelante a partir de 1947, año en que quedó viuda. 

b) Su dedicación plena a las personas que acudían a ella para ser sanadas tras un accidente o de diferentes enfermedades. 

Año 1978. Los Llanos del Conde (Cerro Muriano). De izquierda a derecha : Lola Blanque Corral, Lola (hija de Lola Blanque Corral), Basilio (marido de Lola), Begoña (mujer de Juan Rafael Serrano Blanque), Silveria Corral Loaisa, Antonia (hija de Lola), Juan Rafael Serrano Blanque (sobrino de Lola), Matilde (hermana de Rafael Serrano Blanque), Antonia (hija de Lola y Basilio), María Ángeles (hija de Lola y Basilio) y Basilio (hijo de Lola y Basilio).

Pero existen varios factores trascendentales que marcan totalmente la diferencia en el devenir diacrónico de esta mujer incomparable, todo bondad y amor a los demás : 

- Nunca quiso cobrar nada de dinero a nadie, ni tampoco aceptó regalos de ningún tipo. 

- Siempre proclamó que ella no era médico ni curandera, que por motivos que desconocía tenía ese don para sanar y que hacía las cosas lo mejor que podía. 

- Nunca buscó clientes ni hizo ningún tipo de publicidad con respecto a sus capacidades para la sanación.

- Jamás intentó hacer ningún tipo de proselitismo religioso o de convicciones para convencer a nadie de nada en tal sentido. 

Se limitaba a esforzarse al máximo para curar a las personas que confiaban en ella. 

CURACIÓN A PERSONAS CON GANGRENA 

Además de la curación de roturas de piernas, brazos, algunas lesiones de columna vertebral, reumatismo, artritis, cicatricaciones, etc, algunos de los episodios más asombrosos en la vida de Silveria Corral Loaisa tuvieron lugar cuando ya con más de cincuenta años de edad recibió la visita de algunos médicos de Córdoba que la pidieron ayuda para poder curar a varios pacientes de gangrena con los que se había intentado todo y cuyas vidas peligraban. 

Silveria les dijo a los doctores que ella era una persona normal con cierto don, pero que lógicamente, sus conocimientos y capacidades para curar eran muy limitados en comparación con cualquier médico.

Sea como fuere, los médicos insistieron en que Silveria visitara a estos pacientes con gangrena muy grave, hasta que accedió, y a los pocos días todos ellos se curaron y salvaron sus vidas. 

No se conocen los detalles de tales visitas ni el tipo de tratamiento que Silveria aplicó a dichos pacientes en peligro de muerte, porque además, la propia Silveria pidió la máxima discreción al respecto. 

Pero desde los años cuarenta hasta hoy en día, ha habido muchísimos testimonios de personas que han demostrado sin ningún género de dudas que Silveria curó a mucha gente de todo tipo de dolencias, roturas y lesiones producto de accidentes, y que muy frecuentemente médicos de Cerro Muriano, Obejo y Córdoba capital fueron a visitarla y le pidieron consejo durante muchas décadas para tratar a pacientes a los que no podían curar, y a quienes ella consiguió sanar. 

Fotografía de Silveria Corral Loaisa hecha en Cerro Muriano en 1988, un año antes de su fallecimiento. De modo increíble, no tiene ni una sóla arruga en su rostro y conserva todo su pelo prácticamente intacto, aunque tenía ya ambas piernas muy deterioradas, por lo que no podía andar y precisaba silla de ruedas. Pese a no saber leer ni escribir, esta maravillosa mujer forjada a fuego pudo desarrollar una complejísima y a la vez sencilla cosmología propia, vinculada a poderosas energías invisibles, a base de sufrimiento constante, experiencia adquirida, coraje a raudales, gran resistencia a la fatiga e inquebrantable vocación de servicio a los demás, con muy pocos medios, en plena sinergia con un profundísimo conocimiento de las muchas y diferentes plantas medicinales locales que contienen sustancias químicas en sus hojas, flores, tallo o raíz, de tal manera que mediante la simbiosis entre la gran fuerza de sus manos realizando tirones en zonas concretas de las articulaciones y distintos métodos de preparación de las plantas que seleccionaba, era capaz de aplicar todo ese ancestral acervo sanador natural con un tratamiento específico para cada persona, curando con pleno éxito una amplia gama de dolencias, roturas de huesos, lumbagos, gangrenas, etc. 

Silveria Corral Loaisa fue una mujer repleta de aura y personalidad muy especial, un personaje telúrico de primerísimo nivel, pero que nunca tuvo afán de protagonismo alguno, intentando siempre pasar desapercibida si era posible, con la prioridad inquebrantable de ayudar todo lo que podía a los demás, algo en lo que se entregaba al máximo, con todo su ser y unos desaforados niveles de pasión y amor por el prójimo. 

VISITAS NOCTURNAS DURANTE DÉCADAS ENTRE 1940 Y FINALES DE LOS AÑOS OCHENTA 

Pese a la naturaleza sencilla y discreta de Silveria Corral Loaisa, sus curaciones a personas cuyas dolencias se daban por poco menos que insolubles hicieron que su fama se extendiera no sólo entre los habitantes de Cerro Muriano y Obejo, sino también en las más altas esferas de Córdoba capital, algo que se mantuvo en el más absoluto secreto y que únicamente ha trascendido recientemente, varias décadas después de los hechos. 

Durante casi medio siglo, entre 1940 y 1988, Silveria Corral Loaisa recibió muchas visitas nocturnas (algunas de ellas incluso a altas horas de la madrugada) de personas de la más variada índole profesional y social, a las que siempre les abrió la puerta de su casa y atendió lo mejor que pudo, conforme a sus modestas posibilidades. 

Pues bien, algunas de estas personas que la visitaron a altas horas de la noche en Cerro Muriano (Córdoba) fueron celebridades del máximo nivel y fama de Córdoba capital, hombres y mujeres de enorme relevancia en el ámbito de las artes, la ciencia y la política, que acudieron a Silveria para intentar curarse de dolencias que arrastraban desde hacía muchos años o bien se presentaron con familiares muy allegados que eran enfermos terminales, a la mayoría de los cuales consiguió sanar. 

Silveria Corral Blanque siempre fue una persona de gran sensibilidad y agradeció enormemente tales visitas y la confianza de dichas personas, poniendo exactamente el mismo nivel de esfuerzo que con los habitantes de Cerro Muriano y Obejo. 

Pero les exhortó a que no hablaran de ella y a que no hicieran publicidad alguna de su don en Córdoba capital, porque Silveria siempre dijo que para eso estaban los médicos que sabían más que ella, lo cual cumplieron a rajatabla, y sólo muchos años después dichas personas relataron a sus descendientes lo que había ocurrido y la grandeza de Silveria, una mujer cuyo aprendizaje vital fue también fruto de la necesidad y una ingente cantidad de penalidades de todo tipo que presidieron gran parte de su existencia.

Ese fue el principal motivo por el que siempre estuvo dispuesta a ayudar a todas las personas que pudo, intentando con todas sus fuerzas que no sufrieran lo que ella había sufrido. 

UN RECUERDO IMPERECEDERO 

Es verdaderamente impresionante la pervivencia en el recuerdo que la insigne figura de Silveria Corral Loaisa tiene todavía hoy en día, treinta y un años después de su muerte, la gente no la ha olvidado en absoluto y cada vez que amanece en Cerro Muriano, 

los primeros rayos de luz solar hacen refulgir de modo áureo las letras que presiden la plaza que lleva su nombre, como reconocimiento a la incomparable humanidad y altruismo de esta gran señora, cuya presencia seguirá trascendiendo el paso del tiempo.