Texto y Fotos en Color 2008 y 2021 : José Manuel Serrano Esparza
Entre 1944 y 2010, Antonio Martín Cabanillas se convirtió por méritos propios en una de las figuras más destacadas del devenir diacrónico de Cerro Muriano (Córdoba), gracias a su termonuclear sentido del humor, su inefable capacidad para hacer reir en todo momento a las personas que le rodeaban, su enorme cariño tanto por sus familares más allegados como por sus amigos, su amor por los niños y una insólita además de ecléctica capacidad para trabajar en los oficios más diversos.
Fue sin ningún género de dudas una de esas personas que marcan época, querido por todo el mundo y cuyo imborrable recuerdo sigue todavía muy presente entre los habitantes de Cerro Muriano, once años después de su muerte.
GÉNESIS DE UN MITO
Antonio Martín Cabanillas nació el 10 de enero de 1911 en Belalcázar (Córdoba) en el seno de una familia muy humilde, hasta el punto de que debido a las extremas dificultades económicas y pobreza generalizada de la época, especialmente en las zonas rurales, sus padres Juan y Ángeles no pudieron pagarle ni siquiera estudios primarios, por lo que toda su vida no supo leer ni escribir.
Pese a ello, desde su más temprana infancia, Antonio Martín Cabanillas fue muy especial : un ser humano repleto de cariño y afecto, tremendamente gracioso y ocurrente, muy inteligente, dotado con una gran intuición e imbuido de una constante curiosidad por aprender, pese a que no podía ir a la escuela.
Una persona muy sociable, capaz de relacionarse y establecer química en pocos segundos con cualquiera que iniciara una conversación con él.
Nunca pasaba desapercibido y la gente deseaba estar junto a él : tal era su duende, gracia y carisma.
1921-1936, TIEMPOS DIFÍCILES
A partir de principios de los años veinte, la vida de Antonio Martín Cabanillas experimenta una profunda transformación, con el abrupto fin de la infancia, la práctica ausencia de adolescencia y una vertiginosa transición a adulto, ya que desde los 10 años tiene que trabajar en el campo como jornalero y esquilador de ovejas para poder ayudar económicamente a sus padres, dedicados también a las duras faenas agrícolas de la época, trabajando de sol a sol.
Es una época de mucho sufrimiento y lucha por la supervivencia, en la que Antonio Martín Cabanillas recibe una trascendental ayuda por parte de su abuelo, que le quiere con locura y le enseña las nociones básicas del oficio de zapatero, que el niño adulto a la fuerza perfeccionará de modo autodidacta durante las décadas siguientes, hasta alcanzar un gran nivel profesional.
La necesidad hace que Antonio Martín Cabanillas tenga que trabajar en lo que va saliendo, por lo que se ve obligado a alternar sus labores como jornalero y esquilador de ganado ovino con la albañilería, así como con la recolección de la aceituna y el algodón.
Pero a principios de 1926, con tan sólo 15 años de edad, una leva forzosa hace que Antonio Martín Cabanillas tenga que ir a luchar a la Guerra Del Rif (Marruecos), una experiencia traumática durante la cual entrará varias veces en combate, consiguiendo sobrevivir y regresando a Belalcázar (Córdoba) en abril de 1927.
La vida tras el regreso sigue sin ser fácil en absoluto para Antonio Martín Cabanillas, ya que la situación económica ha empeorado todavía más, los trabajos escasean y los salarios son de mera subsistencia, por lo que a sus dieciséis años de edad ha de trabajar en muchas cosas distintas para sobrevivir, además de cazar en el campo para obtener comida, porque todo escasea.
Con mucho tesón y esfuerzo va mejorando progresivamente sus conocimientos y experiencia como albañil, labor a la que dedica la mayoría de su tiempo durante finales de los años veinte y primera mitad de los años treinta, aunque le es imposible especializarse, porque la precariedad laboral en aquellos momentos hace que tenga que seguir trabajando en una pléyade de cosas distintas.
No obstante, Antonio Martín Cabanillas lleva ya a sus espaldas un bagaje vital que le ha hecho ganar mucha experiencia, ha incrementado su precisión a la hora de tomar decisiones acertadas y ha potenciado notablemente su cohesión familiar con sus hermanos Eliseo, Justo y Angelita, por lo que comienza a ver la luz a través del túnel.
Pero otra guerra va a trastocar de nuevo sus planes.
MORA DE EBRO Y GANDESA, 25 DE JULIO DE 1938, MOMENTO DE INFLEXIÓN VITAL
Como consecuencia de otra leva forzosa (mediante la cual los combatientes luchaban mayormente en el bando que les había tocado según la zona en que vivieran al estallar la contienda), Antonio Martín Cabanillas se ve inmerso en la Guerra Civil Española desde pocos meses después de su inicio en Julio de 1936, luchando como soldado republicano.
Una vez más, como ya le sucediera durante la Guerra del Rif, Antonio Martín Cabanillas, se ve obligado a participar en otra guerra que no desea y que nada tiene que ver con su mundo.
Son casi tres años en los que ha de luchar por su vida en primera línea de fuego, enfrentándose con frecuencia a militares profesionales mucho más expertos en el manejo de las armas, especialmente en Mora de Ebro y Gandesa, durante la Batalla del Ebro en 1938.
El 25 de Julio de 1938, Antonio Martín Cabanillas forma parte del sector central entre Ribarroja y Benifallet de la ofensiva republicana en el Ebro, diseñada por el general Vicente Rojo y puesta en práctica por el coronel Modesto.
Consigue llegar de noche con su unidad hasta Mora de Ebro (Tarragona), dirigiéndose a continuación a las inmediaciones de Gandesa (Tarragona).
De repente, a Antonio Martín Cabanillas le urge hacer sus necesidades y camina hasta una zona situada a unos 200 metros de distancia.
Cuando vuelve pocos minutos después, entra en estado de shock : todos sus compañeros están muertos.
Pese al enorme coraje que le ha caracterizado desde niño, Antonio Martín Cabanillas no sabe lo que ha ocurrido, está aterrado, y no le falta razón : aprovechando la oscuridad, los soldados marroquíes del 5º Tabor de Regulares de Melilla nº 2 (unidad de reserva franquista en Gandesa, que por orden del general Yagüe intenta frenar el avance republicano para dar tiempo a que lleguen refuerzos, ya que las unidades de la 50ª División han sido arrolladas) les han matado con gran sigilo a todos menos a él, que se ha librado de una muerte segura.
Antonio Martín Cabanillas está desesperado y deambula perdido durante varias horas, hasta que consigue contactar de nuevo con tropas republicanas al amanecer, con las que seguirá luchando durante los meses siguientes en el área de Gandesa, Corbera de Ebro, Pinell de Brai y la sierra de Cavalls.
La ofensiva republicana ha conseguido capturar Ascó, Flix, Mora de Ebro, Pinell de Brai, Bot y Corbera, pero durante los días sucesivos, Franco envía refuerzos con sus divisiones de élite 13ª (Fernando Barrón), 84ª (Delgado Serrano), 152ª (Rada), 4ª de Navarra (Alonso Vega), 102ª (Castejón) y 74ª (Arias), con lo que se inicia una brutal guerra de desgaste que precede a la contraofensiva franquista, que ganará la batalla tras cuatro meses de encarnizada lucha.
Antonio Martín Cabanillas, se ve pues inmerso de modo forzoso a sus 27 años de edad en esta vorágine bélica y lucha por su vida en varios combates más, con frecuencia en primera línea de fuego, hasta el final de la guerra en 1939.
SERVICIO MILITAR DE DOS AÑOS ENTRE 1940 Y 1942
Tras el final de la Guerra Civil Española, Antonio Martín Cabanillas vuelve de nuevo a Belalcázar, cansado y físicamente exhausto.
Tiene que intentar iniciar su vida de nuevo, pero la nueva Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército de 1940, hace que Antonio Martín Cabanillas sea llamado a filas y tenga que hacer una mili de dos años durante 1940 y 1941.
Recordando esta situación, Antonio Martín Cabanillas comentó con su atávico sentido del humor durante décadas a sus familiares y amigos en Cerro Muriano : " Después de estar en dos guerras jugándome la vida, tuve que servir a Franco durante dos años " .
1944-1960 : EL COMIENZO DE LA FELICIDAD
Tras muchos años de vida muy dura, con todo tipo de privaciones, la participación en dos guerras en las que tuvo que luchar para sobrevivir, y después de trabajar en Villaharta y Écija en 1942 y 1943, Antonio Martín Cabanillas llegó en 1944 a Cerro Muriano (Córdoba), pueblo en el que fijaría su residencia hasta su fallecimiento en 2010.
Fotografía de finales de los años cuarenta en la que aparece Antonio Martín Cabanillas, que en aquella época trabajaba como albañil y había hecho una gran amistad con la mítica Doña Encarnación, que tras quedar viuda y con varios hijos fue capaz no sólo de fundar el Bar X en 1937, sino de establecer después varios negocios más con los que pudo sacar adelante a su prole.
Antonio Martín Cabanillas a principios de los años cincuenta, trabajando como albañil en una zona cerca de Torreárboles (Cerro Muriano). Es el tercer hombre empezando por la izquierda.
Los dos conflictos bélicos en los que participó hicieron que en su cabeza coexistieran durante toda su vida dos mundos paralelos :
a) Los recuerdos de las dos guerras en las que tuvo que participar, algo que siempre intentó no exteriorizar.
b) Su gran simbiosis con Cerro Muriano y sobre todo su cariño por su familia, tras casarse en 1948 con
Paula Martín-Castaño Cabanillas, que habría de darle tres hijos : Lucía, Antonio y Sátur.
LOS AÑOS SETENTA : NACIMIENTO DE SUS NIETOS Y MADUREZ COMO ZAPATERO EN CERRO MURIANO
Antonio Martín Cabanillas con su nieto Pedro cerca de Cerro Muriano a principios de los años setenta.
Desde finales de los años cuarenta, Antonio Martín Cabanillas se marcó una prioridad fundamental : que sus hijos y nietos tuvieran una vida mucho mejor que la de él y que sufrieran mucho menos de lo que él había sufrido.
Fue siempre un hombre de personalidad muy afable y cordial, que dió un gran valor a la familia y que amó con pasión sin límites a sus hijos y nietos, así como a Cerro Muriano y sus habitantes, entre los que siempre gozó de gran predicamento y respeto, con sus virtudes y defectos.
Antonio Martín Cabanillas con sus nietos Pedro y María del Mar (hijos de Lucía) en una foto hecha a principios de los años setenta en una zona próxima a una antigua cantina que había cerca de la Estación de Tren de Obejo. En la zona superior izquierda de la imagen se aprecian las vías de la línea férrea Córdoba-Almorchón. La niña va subida en una moto dos tiempos monocilíndrica, en una época en la que la industria motociclística española era todavía uno de los más importantes referentes a nivel mundial.
El nacimiento de sus hijos Lucía, Antonio y Sátur entre finales de los años cuarenta y década de los cincuenta fue para él una bendición,
Otra fotografía de principios de los años setenta en la que aparece Antonio Martín Cabanillas con sus nietos María del Mar (a la izquierda de la imagen) y Pedro (a la derecha de la misma). La expresión facial del abuelo revela a la vez una vida previa muy dura, con necesidades de todo tipo, y la inmensa alegría de haber podido formar una familia aumentada con los vástagos que le están dando sus hijos, por los que sentiría una gran devoción hasta el instante mismo de su óbito.
al igual que el nacimiento de sus nietos Pedro, María del Mar, Elena, Antonio, Pablo, Auxi, Miguel Antonio y Jorge
Antonio Martín Cabanillas con su esposa Paula Martín-Castaño Cabanillas, su hijo Sátur y su nieto Miguel Antonio.
Antonio Martín Cabanillas con su nieto Pablo Martín, por el que siempre tuvo una estratosférica debilidad, hasta el punto de que se le ponía la carne de gallina cada vez que estaba con él.
Antonio Martín Cabanillas con su nieta Auxi Martín, que tenía tan sólo un año de edad en 1974.
Año 1975 en Cerro Muriano (Córdoba). Paula Martín-Castaño Cabanillas sostiene entre sus brazos a su nieta de 2 años Auxi Martín, mientras un feliz a más no poder Antonio Martín Cabanillas agarra su mano izquierda con gran ternura y cariño.
Antonio Martín Cabanillas en 1989 con su nieto de cuatro años Pablo Martín (hermano de Auxi) en Cerro Muriano (Córdoba). El niño lleva una camiseta de béisbol de los New York Yankees inspirada en el atuendo del legendario jugador Babe Ruth de la Major League Baseball de Estados Unidos. Año 1977 en Cerro Muriano (Córdoba). Antonio Martín Cabanillas con su nieta Auxi Martín, que en esos momentos tenía tres años. significó en la práctica la plena consolidación emocional y anímica positiva de Antonio Martín Cabanillas, además de su madurez laboral como artesano de la fabricación y reparación de calzado en Cerro Muriano, en la que llevaba trabajando desde principios de los años sesenta, ya que aunque era un buen albañil, con su proverbial humildad, comprendió que estaba lejos del inmenso talento y experiencia en este ámbito de alquimistas de la albañilería como Antonio Sastre Candelario, Manolo Zoilo, José Antonio Caler y otros, por lo que decidió decantarse por su trabajo como zapatero,
en el que alcanzó cotas muy altas en su pequeño taller de zapatería de la calle Acera del Cuartel Viejo nº 12 de Cerro Muriano.
Pequeña mesa de trabajo de zapatero con cajón de accesorios de Antonio Martín Cabanillas fabricada en 1959 y con la que desarrolló su labor en Cerro Muriano durante muchas décadas hasta mediados de los años noventa.
Vista superior de la pequeña mesa de trabajo de zapatero con cajón de accesorios de Antonio Martín Cabanillas.
1980-2000, PLENITUD FAMILIAR
La década de los ochenta debería haber supuesto en principio la jubilación de Antonio Martín Cabanillas, que tiene ya más de 70 años.
Pero su insólita vitalidad para su edad y su carácter inquieto y nervioso, le harán seguir trabajando como zapatero hasta mediados de los años noventa, con pleno vigor y eficacia.
Es un zapatero muy bueno, con gran experiencia y mentalidad artesanal, capaz de arreglar cualquier tipo de calzado y dejarlo como nuevo.
Por otra parte, los zapatos que fabrica de modo totalmente manual están lejos lógicamente de la precisión y belleza de las marcas españolas de referencia como Lottusse, Callaghan, Camper, Fluchos, Pikolinos, Martinelli, etc.
Pero no importa, porque Antonio Martín Cabanillas, que trabaja con muy pocos medios, sabe que la clave de su negocio es hacer zapatos artesanales muy cómodos y resistentes que sigan la escuela del imbatible José Albaladejo Pujadas, especialmente su mítico mocasín modelo 1330, que le tiene enamorado desde los años sesenta.
Cabanillas es consciente de que no puede hacer de ningún modo zapatos de tan superlativa calidad, porque su muy limitada economía le impide el acceso a materiales de élite, equipos de trabajo y sofisticadas máquinas de última generación, no dispone de red de distribución alguna, su capacidad de producción es muy limitada y el coste de fabricación y precio de venta serían enormes e inviables.
Pero sabe que haciéndolo todo él, reduce notablemente el coste de todas las fases de fabricación, compra los mejores materiales posibles en Córdoba capital, un pegamento especial en Écija y crea con sus propias manos, de modo totalmente artesanal, unos zapatos que aúnan gran solidez y notable durabilidad en el tiempo, con la ventaja añadida de que son funcionales y con una muy buena relación calidad / precio que permite adquirirlos a los habitantes de Cerro Muriano y Obejo, que constituyen su principal clientela.
Posee todavía una gran vitalidad, catalizada por la gran expansión de su familia, ya que además de sus tres hijos (Lucía, Antonio y Sátur), está viendo crecer a sus nietos y nietas (Elena, Antonio, Pablo, Auxi, Miguel Antonio, María del Mar y Jorge).
Antonio Martín Cabanillas en 1991 con su nieta Auxi Martín, que en esos momentos tenía 17 años, cerca de Llanes (Asturias).
Otra imagen de Antonio Martín Cabanillas en 1991 durante unas vacaciones cerca de Llanes (Asturias) con su nieta Auxi Martín.
La dicha en su máxima expresión. Año 1999, Cerro Muriano (Córdoba). Antonio Martín Cabanillas tiene 88 años y sujeta entre sus brazos a su biznieta de dos meses de edad Auxi Moreno Martín (hija de Auxi Martín).
2000-2010, ESPERANDO A LA MUERTE
En el año 2000 Antonio Martín Cabanillas tiene casi 90 años. Por primera vez en su vida sus fuerzas le empiezan a fallar.
Su coraje, ganas de vivir y empuje han sido tales que hasta ahora no ha tenido prácticamente enfermedades ni ha visitado médicos durante su existencia, hasta el punto de que cada vez que iba al entierro de algún amigo (Antonio Martín Cabanillas era un hombre de gran sensibilidad que nunca faltaba a las citas importantes) solía decir con tristeza : " El probe era viejo ya ", cuando con frecuencia él era todavía mayor.
Su sincero afecto y cariño hacia su familia y amigos es tal que cuando Elena Pérez Molina (madre de Auxi y que le quería como a un padre) tuvo que ser ingresada de gravedad en un hospital como consecuencia de una úlcera, Cabanillas la acompañó en todo instante, temiendo por su vida y llorando a mares.
Por otra parte, incluso con 93 años, aún era capaz de subirse a la zona alta de una higuera y charlar durante horas con su gran cantidad de amigos en Cerro Muriano, entre los que siempre figuró Antonio Espada.
Siempre fue una persona todo fibra, repleto de energía, con gran fuerza física a pesar de su pequeño tamaño y delgadez y una insólita resistencia a la fatiga.
Antonio Martín Cabanillas en las Cuevas de Nerja (Málaga) en 2003, con 92 años de edad. Siempre fue un entusiasta de los viajes por toda la geografía española, acompañado tanto por familiares como por amigos de Cerro Muriano, Obejo y Córdoba capital, que todavía hoy en día añoran su devastador sentido del humor y una amplísima gama de inolvidables anécdotas.
Pero desde los albores del siglo XXI, Antonio Martín Cabanillas siente que su vida se va apagando.
Son años en que este personaje único en su género e irrepetible espera a la muerte con el coraje y entereza que siempre le caracterizaron desde su infancia.
Y es durante estos años cuando brilla con luz propia la figura de su nieto Antonio Martín, que se desvive por ayudarle todo lo que puede y le lleva a distintos hospitales una y otra vez, además de llamar a ambulancias y acompañarle en todo instante en algunos momentos muy delicados de salud.
Sea como fuere, Antonio Martín Cabanillas se aferra a la vida con uñas y dientes, sigue viendo, tocando y besando a sus nietos, nietas y biznietos siempre que puede, una y otra vez,
Antonio Martín Cabanillas con su perro en 2006, cuatro años antes de su fallecimiento.
además de disfrutar de la compañía de sus muy queridos animales, que siempre fueron otra de sus grandes pasiones.
Prosiguen además los momentos alucinantes, dos de ellos presenciados por su nieto Antonio Martín, cuando un pletórico Cabanillas, que se había roto una pierna por varios sitios y le pusieron una escayola en el Hospital Reina Sofía de Córdoba, se pasó la noche entera dale que te pego con una navaja pequeña hasta que consiguió desprenderla de su extremidad, porque decía que no le dejaba andar bien, y pocos días después, mientras cuidaba un jardín, se cortó la palma de la mano, fue llevado al mismo hospital, y cuando el médico le preguntó cómo se había hecho esa herida, Cabanillas respondió : ¡ Pues cómo va a ser, trabajando !
A este hombre apenas le queda ya energía y está muy débil, con fases en que pierde la noción del tiempo y del espacio, pero increíblemente, sigue con su sentido del humor de siempre, muy cariñoso y feliz al sentir el apoyo y afecto de su familia, que siempre fue para él su más importante motor impulsor.
La vida de este guerrero que nadie sabe lo que pasó se aproxima a su fin, y tras varios ingresos hospitalarios, fallece en Córdoba en 2010,
dejando un recuerdo imperecedero entre los habitantes de Cerro Muriano, pueblo al que siempre amó con todo su ser.
Tal fue su carisma y personalidad altruista, siempre dispuesto a ayudar a quienes lo necesitaran, que poco después de su muerte,
se decidió crear una calle dedicada a su memoria, que tiene el nombre de Pasaje Cabanillas, a pocos metros de la Estación de Tren de Cerro Muriano.
Antonio Martín Cabanillas frente a la Estación de Tren de Cerro Muriano (Córdoba) en 2008, dos años antes de su fallecimiento.