sábado, 27 de marzo de 2021

ANTONIO SASTRE CANDELARIO : EL RECUERDO DE UN SER HUMANO EXCEPCIONAL

Texto y Fotos : José Manuel Serrano Esparza 


Nacido en Los Santos de Maimona (Badajoz) y cordobés de adopción, el mítico Antonio Sastre Candelario, albañil más que de élite que pasó la mayor parte de su vida en Cerro Muriano, fue un personaje inolvidable, genuino, único en su género, con sus virtudes y defectos, incluyendo un fuerte carácter. 

Fue también un hombre enamorado del campo, de sus paisajes, de sus lugares más recónditos y de su fauna, hasta el punto de que era capaz de leer e interpretar los senderos dejados por diferentes especies de animales, así como identificar de oído el sonido producido por distintos tipos de aves.

Un personaje extraordinario, con una enorme capacidad de trabajo, gran potencia física y resistencia a la fatiga, enamorado de su profesión y que daba la vida por sus amigos, entre los que siempre figuró su muy querido Luis Gómez Parra. 

Antonio Sastre Candelario fue un hombre para el que la palabra dada y la amistad sincera tenían más valor que cualquier tipo de contrato escrito o todo el oro de Fort Knox (Kentucky). 


UN ALQUIMISTA DE LA ALBAÑILERÍA

Cerro Muriano (Córdoba) siempre tuvo buenos albañiles, y Antonio Sastre Candelario fue el referente de todos ellos, un hombre entregado a su trabajo, sencillo, con un gran corazón y que huía de todo protagonismo, pese a lo cual, desde los años sesenta se ganó el respeto de todo el mundo y tuvo siempre mucha influencia en el pueblo, además de ser muy querido por sus habitantes, gracias a sus sabios consejos, sus profundísimos conocimientos y experiencia en albañilería y un muy especial sentido del humor en simbiosis con un altruismo innato que hacía que siempre estuviera dispuesto a ayudar de modo desinteresado a las personas de Cerro Muriano cuando era necesario. 

Por increíble que pueda parecer, Antonio Sastre Candelario construyó el sólo, con sus propias manos, durante los años sesenta, setenta, ochenta y noventa muchas de las casas que hoy existen en Cerro Muriano, generando constantemente un inefable asombro entre todos los que tuvieron ocasión de conocerle.

Así pues, inevitablemente surge la pregunta :

¿De dónde nacía la descomunal energía y pasión que siempre ponía este hombre inolvidable en todo lo que hacía? 

¿ Cómo pudo alcanzar tal grado de perfección en la construcción de viviendas, además de ser también un consumado especialista en la remodelación y mejora de casas ya existentes ?

¿ Cómo consiguió adquirir un conocimiento tan profundo de los materiales de construcción ? 

¿Cómo es posible que Antonio Sastre Candelario pusiera el mismo nivel de entrega, dedicación y esmero con cualquiera que confiaba en él para contratarle y que le hiciera su casa, tanto si era una persona normal como de muy alto poder adquisitivo ? 

¿Cómo un hombre que no era arquitecto ni pudo ir a la Universidad al ser miembro de una familia humilde fue capaz de hacer cualquier tipo de obra relacionada con la construcción de una casa de muy alto nivel y durabilidad en el tiempo así como excelentes remodelaciones de viviendas ya existentes?

La respuesta es sencilla y compleja a la vez : 

Antonio Sastre Candelario escribió con letras de oro una de las más bellas páginas en la historia de Cerro Muriano (Córdoba), durante su gran trayectoria profesional de muchas décadas como albañil de impresionante nivel.

Porque Antonio Sastre Candelario fue Doctor Honoris Causa Summa Cum Laude por la Universidad de la Vida y el Tirar Palante. 

Este hombre enormemente entrañable, dotado de una gran destreza manual y con muy fuerte personalidad, estaba profundamente enamorado de su profesión de albañil, por la que había sentido una gran pasión desde su más temprana adolescencia. 

Y el motor impulsor de tan asombroso conocimiento, experiencia e intuición en la albañilería, que desarrolló de modo diacrónico durante toda su existencia, hasta alcanzar unas cotas verdaderamente admirables, fue algo intrínsecamente vinculado al devenir histórico de Cerro Muriano tras la Guerra Civil Española y encarnado por muchos de sus habitantes más conocidos : el tesón e ímprobo esfuerzo, fruto de la necesidad. 

Antonio Sastre Candelario fue siempre, ante todo y para todo, un hombre hecho a sí mismo, con formación autodidacta.

La llama de la albañilería prendió en él siendo muy joven y fue entonces, durante los años cincuenta, cuando con el enorme pundonor, tesón, afán por aprender y extraordinaria fuerza de voluntad que siempre le caracterizaron, decidió luchar para convertirse en un prestidigitador de la misma, plenamente consciente de que no es algo que se aprenda de la noche a la mañana.

A partir de ese momento, Antonio Sastre Candelario percibe con claridad que la albañilería es un oficio muy antiguo, fundamental en la construcción y que exige una buena preparación para poder realizar todas las actividades que integra. 

Se siente además fascinado por la importantísima trascendencia histórica de la albañilería en la Historia de la Humanidad y los muchos esfuerzos que ha realizado el ser humano para hacerla evolucionar.

Comprende asimismo que es un arte que precisa tener conocimientos en otras disciplinas auxiliares como matemáticas, geometría, física, etc, que empieza a estudiar por su cuenta en libros de distintas editoriales de la época, además de iniciarse en el entendimiento y asimilación del concepto de los sistemas de representación con plantas, alzado, sección, etc, para comprender cómo hay que construir la estructura, así como para situar las esquinas y los espacios donde irán puertas y ventanas.

Comienza también a incursionar en el manejo de escalas que hagan posible medir en los planos los elementos de las casas que construirá en el futuro y que ya empieza a perfilar en su prodigiosa mente, que bulle de modo incesante, priorizando las figuras geométricas sencillas que serán vitales en los replanteos de puntos, rectas, rectas paralelas, etc, para poder acometer ulteriormente desafíos más complejos. 

Porque Antonio Sastre Candelario siempre se planteaba nuevos retos en la albañilería, a la que tras muchos años de ímprobo esfuerzo y dedicación elevó a la categoría de ciencia, mediante una pléyade de trucos de cosecha propia y la enorme experiencia que fue ganando con el paso de los años, hasta dominar muchísimas cosas distintas, a cual más difícil, entre ellas el arte de la paleta y el saber hacer bien una escalera.

Siempre sintió además un enorme orgullo por su profesión de albañil, proclamando que por muy avanzados que puedan ser los sistemas y tecnología utilizados en una obra, siempre habrá buenos albañiles cuya labor tendrá una gran trascendencia en la dinámica constructiva y ayudarán a otros oficios. 

Así, poco a poco, con escasos medios y en condiciones de gran dureza, Antonio Sastre Candelario se convirtió ya desde los años sesenta en un mago de la albañilería, con impresionante know-how respecto a las principales propiedades y aplicaciones de los materiales más empleados en construcción, incluyendo la elaboración de distintos tipos de morteros y hormigones, en sinergia con su conocimiento sobre movimiento de tierras, cimentaciones y replanteo. 

Fue también durante toda su vida un hombre con gran disciplina, constante afán de superación y un inquebrantable sentido del orden y la limpieza en todas las obras que realizaba, destacando por la precisión y meticulosidad con la que finalizaba sus trabajos, cumpliendo con puntualidad los plazos de entrega, porque era un albañil tremendamente vocacional, capaz de adaptarse a cualquier circunstancia gracias a su contrastada creatividad y maestría, con una admirable atención personalizada a cada cliente. 

Por otra parte, su atávica admiración por la arquitectura le hizo estudiar hasta la extenuación las propiedades de los distintos tipos de materiales que se utilizan en la realización de las divisiones interiores de las casas y sus funciones, siendo capaz de identificar y seleccionar los materiales más idóneos según el cometido de cada tipo de división, incluyendo los mejores ladrillos y placas de escayola posibles, sabiamente elegidos por él y con los que optimizaba los distintos tipos de acabados interiores y exteriores. 

Además, Antonio Sastre Candelario era un grandísimo experto que conocía todas las herramientas, útiles y maquinarias del ámbito de la albañilería, que utilizaba con gran pericia, ya que siempre fue un hombre con mentalidad artesanal en todo lo que hacía, además de tener un excelente pulso y precisión.

Todo ello en sinergia con los aspectos anteriormente mencionados, su profundo conocimiento de los materiales de cubrición más usuales en función de la pendiente de la cubierta y los distintos oficios que intervienen en su desarrollo, así como su inmenso acervo experimental con los materiales auxiliares de la albañilería como los áridos, cal, yeso, agua, cemento, etc, junto con las mezclas, agregados, aditivos, fraguados, etc. 

Ni que decir tiene que para Antonio Sastre Candelario el ladrillo nunca fue algo inerte, sino un ente con vida propia al que consideraba un amigo fiel y parte consustancial de su ser, siendo capaz de reconocer todas sus modalidades, tanto ladrillo tosco como vivo. 

Y siempre expresó su convicción de que el verdadero buen albañil debe tener un dominio generalizado de todo el oficio de construir una vivienda y que la albañilería no es en absoluto una labor repetitiva, sino que cada día hay que atender algo nuevo y las tareas a realizar con cada casa son distintas.

Este modus operandi hizo que una de las cualidades más destacadas de Antonio Sastre Candelario durante su extensa trayectoria profesional de más de cincuenta años fue su desbordante creatividad e imaginación, que le permitían afrontar con éxito muchas obras distintas, desarrollando habilidades diferenciadoras conforme al antiguo adagio " la práctica hace al maestro ", además de ser muy eficaz y productivo con su habilidad para los números, la minuciosa atención al detalle, la toma de medidas con precisión, el muy exhaustivo control de calidad, el cálculo de ángulos y direcciones, el uso y mantenimiento correcto de herramientas y máquinas, el conocimiento de técnicas para la construcción de tabiques con ladrillos, piedras o bloques de cemento, así como el desarrollo de gran cantidad de trucos y secretos propios. 

EL LEGADO DE UN VISIONARIO

Desde principios de los años noventa, la gran experiencia, conocimiento e intuición de Antonio Sastre Candelario en el sector de la albañilería le hacen comprender que su forma de trabajar y su mundo van a convertirse en un muy pequeño nicho de mercado. 

Fruto de la necesidad, este hombre no tuvo más remedio que convertirse en un genio de la albañilería desde principios de los años cincuenta, con una forma de trabajar muy clásica y polifacética, que le permitía hacer él mismo muchas cosas distintas a gran nivel para reducir costes todo lo posible sin bajar la calidad, no sólo en el ámbito de la albañilería, sino también en otras disciplinas, entroncando con la ancestral albañilería en la que los distintos oficios que intervenían en la construcción no estaban muy diferenciados, por lo que con frecuencia Antonio Sastre Candelario tenía que hacer funciones de albañil, fontanero, tejador, elaborador de morteros, diseñador, peón, ayudante, oficial de 2ª, oficial de 1ª, capataz, encargado de obra, cimentador, forjador, encofrador, electricista, etc.  

Fue pues plenamente consciente de que los tiempos evolucionan y que la revolución digital con sus softwares 2D y 3D tanto de diseño asistido como de gestión avanzada de proyectos y una amplísima gama de nuevas herramientas y materiales generarían un tipo distinto de obras, tanto para viviendas particulares como comunitarias, en las que la labor de equipo y un grado máximo de diferenciación entre los distintos oficios que intervienen en la construcción y sus especialidades serían claves en el siglo XXI. 

Fotografía de estudio muy antigua de Antonio Sastre Candelario con sus padres durante su servicio militar con tan sólo 19 años. Se aprecia ya en su mirada la gran nobleza y muy fuerte personalidad que presidieron siempre su existencia. 

Pero el recuerdo de este fascinante hombre, que aprendió su oficio haciéndolo y sudando a mares, no va a desaparecer. 

La gente de Cerro Muriano le recuerda con mucho cariño y nos queda el legado de las muchísimas casas que construyó por todo el pueblo, con muy pocos medios, de modo totalmente artesanal, haciéndolo él prácticamente todo, con una honestidad a prueba de bomba y una pasión y amor por la albañilería que dejaron muy alto el pabellón de este ámbito profesional durante una de sus épocas más gloriosas, sin olvidar la enorme calidad humana de este ser humano atemporal que dejó una huella muy profunda en todos aquellos que le conocieron. 


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