Texto y Fotos : José Manuel Serrano Esparza
Filomena Díaz Rubio " La Coja " (1887-1972)Entre principios de los años veinte y finales de los años sesenta, Filomena Díaz Rubio " La Coja ", una mujer excepcional,
vivió en la cueva del cerro de 538 m que lleva su nombre, situado a las afueras de Cerro Muriano y perteneciente al término municipal de Obejo, ambos en la provincia de Córdoba (España).
ORÍGENES DE UNA EPOPEYA
Han sido necesarias varias décadas para poder descifrar cuales fueron las claves de la vida y biografía de uno de los personajes más singulares y fascinantes en toda la historia tanto de Cerro Muriano como del término municipal de Obejo.
Filomena Díaz Rubio "La Coja" (hija de Juan Miguel Díaz Lara y Leonor Rubio Avalos) nació el 9 de agosto de 1887 en Benizalón (Almería) y se casó en 1908 con Juan Manuel Almansa García (nacido en 1885 e hijo de Francisco Almansa García y María García Sáez), viviendo ambos en Almería hasta principios de los años veinte, cuando a consecuencia de la muy precaria situación económica de la zona, deciden emigrar a Cerro Muriano,
instalándose en la cueva existente al pie del Cerro de la Coja (que en aquella época no tenía nombre alguno), ubicado a las afueras de dicho pueblo y perteneciente al término municipal de Obejo.
De éste modo, ambos inician su vida dentro de la mencionada cueva del Cerro de la Coja durante los años veinte, ya que Juan Manuel Almansa García (marido de Filomena) es jornalero y trabaja en lo que puede para subsistir tanto él como su esposa, por lo que no les es posible adquirir una vivienda propia.
Filomena Díaz Rubio " La Coja " y su marido Juan Manuel Almansa García tuvieron tres hijos : Piedad (1924-1986), María Teresa (1909-1998) y un varón que morirá durante la segunda semana de septiembre de 1936 y cuyo nombre no ha podido ser encontrado hasta la fecha.
Durante los cinco primeros años de la década de los treinta, la situación económica empeora todavía más en España como consecuencia de la inestabilidad política y social, los efectos de la crisis del 29 a nivel internacional y la recesión económica que afectó especialmente al sector agrícola (en el que trabajaba más del 40% de la población activa), la industria (excepto la textil), la construcción y a los sectores importación/exportación, reduciéndose la inversión extranjera y generándose el retorno de muchos emigrantes, así como una brecha cada vez mayor entre las clases adineradas y las humildes.
En un contexto de esta naturaleza, encontrar trabajo como jornalero en el sector rural se convirtió en algo verdaderamente difícil, por lo que Filomena Díaz Rubio y su marido Juan Manuel Almansa García
decidieron empezar a cultivar varias zonas en pendiente del Cerro de la Coja (que por aquella época no tenía todavía tal denominación) por encima de la entrada de la cueva donde vivían, para poder sobrevivir tanto ellos dos como sus hijas Piedad, María Teresa y el niño cuyo nombre es desconocido a día de hoy.
Asimismo, complementaban su alimentación con los frutos de la gran cantidad de higueras, almendros y otros árboles que había entonces en el cerro en cantidad mucho mayor que hoy en día.
Fueron años de trabajo extenuante, de sol a sol, en este cerro adyacente a Piedra Horadada y el tramo del Camino de los Pañeros que cruza junto a ella, muy cerca de los Lavaderos y Fundiciones de la Córdoba Copper Company, cultivando todo tipo de productos, en condiciones incómodas por la pronunciada pendiente del cerro.
5 DE SEPTIEMBRE DE 1936, LA TRAGEDIA ASOLA A LA FAMILIA DE FILOMENA DÍAZ RUBIO
Si ya las condiciones de vida de Filomena Díaz Rubio y su marido Juan Manuel Almansa García durante la primera mitad de los años treinta fueron de gran dureza (teniendo además que sacar adelante con ímprobo esfuerzo a sus hijas Piedad, María Teresa y a su hijo, niños muy pequeños por aquel entonces), el 5 de septiembre de 1936 marcó un antes y un después en las vidas de todos ellos.
Fue tal día cuando se produjo el ataque de tres columnas franquistas bajo el mando global del general Varela sobre Cerro Muriano, en una jornada durante la cual la intensificación del bombardeo del pueblo por parte de la aviación franquista a partir de las 15:00 h de la tarde tuvo como consecuencia el masivo éxodo de la población civil con dirección noroeste hacia la Estación de Tren de Obejo y El Vacar.
Filomena Díaz Rubio, su marido Juan Manuel Almansa García, sus hijas Piedad y María Teresa, así como su hijo, emprenden también juntos la huida hacia el norte de Cerro Muriano, pero durante su marcha a pie, una bomba de aviación arrojada por un aparato franquista impacta junto a ellos con devastador efecto, arrancando la metralla una pierna a Filomena y también a su marido Juan, mientras que sus hijas Piedad y María Teresa resultan heridas graves, y su hijo, destrozado por la metralla, se debate entre la vida y la muerte, hasta que fallece a los pocos días.
No ha sido posible encontrar información sobre las circunstancias en las que se produjo la salvación de Filomena y su marido Juan, ni tampoco con respecto al hospital o puesto de socorro al que fueron trasladados ellos y sus hijos.
Pero sin duda tuvieron que ser momentos terribles, gravemente heridos por el impacto de la bomba, con profusas hemorragias y la angustia de no poder socorrerse unos a otros en medio del caos de la precipitada huida de la población civil de Cerro Muriano, hasta que llegó la ayuda.
Y no digamos ya la tensa espera durante los días siguientes, hasta que su único hijo varón, herido muy gravemente, falleció y probablemente tuvo que ser enterrado no en un cementerio, sino en algún lugar improvisado, en circunstancias muy convulsas y con gran rapidez.
COMIENZA LA LEYENDA DEL CERRO DE LA COJA
Tras la Guerra Civil Española, la vida de Filomena Díaz Rubio, su marido Juan Manuel Almansa García y sus hijas Piedad y María Teresa se convierte en un inefable drama vital presidido por enormes dificultades económicas, la tristeza ante el hijo perdido y la necesidad de abrirse camino y tirar para adelante como sea.
Con su movilidad notablemente reducida a consecuencia de la pierna perdida por cada uno de ellos,
Filomena Díaz Rubio y Juan Manuel Almansa García fijan de modo permanente su residencia dentro de la cueva del que la gente del pueblo denomina ya El Cerro de la Coja (en alusión a Filomena), en el que llevaban viviendo desde principios de los años veinte.
Juan Almansa García utiliza una rudimentaria prótesis de madera con la que puede andar a duras penas y mantener el equilibrio, mientras que Filomena Díaz Rubio " La Coja " , debido a que su pierna fue seccionada por la metralla en la parte alta del muslo, no puede llevar prótesis de madera y opta por apoyar el muñón en una silla de madera cuyas patas están algo recortadas y que agarra con su mano mientras la apoya en el suelo cada vez que da un paso al caminar, con un muy precario equilibrio y ayudada en todo instante por su hija Piedad, que la acompaña en todo momento allí donde va.
A partir de este momento (con su hija María Teresa ya independizada y viviendo también en Cerro Muriano), durante nada menos que dos décadas, con enorme pundonor, capacidad de lucha y extraordinario esfuerzo, Juan Almansa García consigue sacar adelante a su esposa y su hija Piedad
cultivando de nuevo diferentes productos en la zona intermedia y alta del Cerro de la Coja, algo que ya había hecho antes de la guerra junto con Filomena, y que ahora ha de realizar en solitario, en durísimas condiciones, pudiendo apoyar únicamente una pierna sobre el suelo del mismo, que además está en pronunciada pendiente, lo cual dificulta mucho cualquier movimiento así como el uso de aperos de labranza, y ralentiza enormemente toda actividad agrícola.
Llegada ya la década de los sesenta, Filomena Díaz Rubio " La Coja " y su marido Juan Manuel Almansa García
continúan viviendo en el Cerro de la Coja, muy envejecidos, con achaques y dolencias de toda índole.
Son dos ancianos próximos a los ochenta años, prácticamente sin energía ni movilidad alguna y que pueden sobrevivir gracias a la ayuda de sus hijas Piedad y María Teresa, que acuden varias veces al día al Cerro de la Coja para echarles una mano en todo lo que pueden.
Agosto de 2007. Antonio Sastre Candelario, legendario albañil de Cerro Muriano acude al Cerro de la Coja a rendir pleitesía a Filomena Díaz Rubio " La Coja " , 35 años después de su muerte. El mítico Sastre aparece en imagen junto a la enorme higuera situada pocos metros antes de llegar a la puerta de la cueva del Cerro de la Coja.
Es entonces cuando muchos ciudadanos de Cerro Muriano
Agosto de 2007. Antonio Sastre Candelario acaba de visitar la puerta de entrada a la cueva del Cerro de la Coja, donde Filomena Díaz Rubio vivió durante más de cincuenta años, entre principios de los años veinte y finales de los años sesenta. El alquimista de la albañilería nacido en Los Santos de Maimona (Badajoz) fue una de las muchas personas de Cerro Muriano que ayudaron todo lo que pudieron a Filomena Díaz Rubio " La Coja " (con quien tuvo gran amistad), especialmente durante la segunda mitad de los años sesenta, tras el fallecimieto de su marido Juan Manuel Almansa García. Antonio Sastre Candelario aparece a la derecha de la imagen, visiblemente emocionado y mirando a la zona de acceso a la cueva que fue morada de Filomena Díaz Rubio durante más de medio siglo.
se movilizan y deciden ayudar también a Filomena y Juan con comida, dinero en efectivo, ropa y muchas otras cosas.
Muchos de ellos ven a diario como especialmente Piedad (que es la persona que estuvo durante toda su vida ayudando a su madre y renunció a casarse hasta después del fallecimiento de la misma) da paseos agarrando del brazo a su progenitora Filomena, mientras ésta camina como puede, con gran esfuerzo y faltándole el resuello.
Una vez más, con gran solidaridad, los habitantes de Cerro Muriano hacen piña y deciden promover una colecta que permita reunir el dinero suficiente para construir una pequeña casa donde Filomena Díaz Rubio " La Coja " y su marido Juan Manuel Almansa García puedan vivir los últimos años de su vida.
La colecta surte efecto y se consigue reunir el dinero suficiente, con el que se le compra una pequeña casa a Filomena y su marido Juan, en la que comienzan a vivir desde principios de los años sesenta.
Juan Manuel Almansa García (1885-1965), marido de Filomena Díaz Rubio " La Coja ".Pero Juan Manuel Almansa García (marido de Filomena y dos años mayor que ella) está muy delicado de salud.
Además de arrancarle una pierna, la metralla de la explosión de la bomba de aviación el 5 de septiembre de 1936 afectó a varios de sus órganos vitales, por lo que necesita cuidados constantemente y apenas puede moverse, hasta que fallece el 2 de enero de 1965 en el interior de la mencionada pequeña casa, tras una vida repleta de sufrimientos y privaciones.
La muerte de su marido Juan Manuel Almansa García deja a Filomena Díaz Rubio " La Coja " sumida en una profunda depresión y tristeza.
Está agotada y sin fuerzas, consumida por la tristeza, ya no quiere seguir viviendo, y únicamente el apoyo de sus familiares más allegados, especialmente sus hijas Piedad y María Teresa (que se aproximan a los 55 años de edad) hacen que pueda salir adelante.
La situación es dantesca.
Al igual que su marido Juan Manuel Almansa García, Filomena Díaz Rubio " La Coja " ha vivido una existencia repleta de sufrimientos y privaciones, rota además por el inmenso dolor de haber perdido un hijo el 5 de septiembre de 1936, cuando tenía casi 50 años.
Y ahora, a los 77 años de edad, ha perdido a su marido.
Sólo le queda la mitad de su familia, sus hijas
Piedad Almansa Díaz (1924 -1986)
Piedad
María Teresa Almansa Díaz (1909-1998)
y María Teresa.
No obstante, el cariño y apoyo que recibe Filomena Díaz Rubio " La Coja " por parte de los habitantes de Cerro Muriano consiguen aumentar su moral y ganas de seguir viviendo varios años más, hasta que fallece el 2 de enero de 1972, a los 85 años de edad, siendo enterrada en el Cementerio de San Rafael de Córdoba el día 3 de enero de dicho año.
Su tumba no ha podido ser encontrada hasta la fecha.
Los indicios apuntan a que tras ser enterrada en el Cementerio de San Rafael de Córdoba, debido a las dificultades económicas de la época, no se pudo seguir pagando el alquiler de la tumba, por lo que el cuerpo de Filomena fue exhumado y arrojado a una fosa común.
Pero el reciente hallazgo de una fotografía familiar de Filomena Díaz Rubio " La Coja " ha permitido preservar para siempre el inmenso legado humano y extratosférica dimensión como persona de este ser humano excepcional y atemporal, cuyo recuerdo será un metafísico faro de luz, cuántico a más no poder, para las generaciones venideras.
MÁS ALLÁ DE LA MUERTE. 1 DE AGOSTO DEL 2018, UNA FECHA HISTÓRICA
El recuerdo de Filomena Díaz Rubio " La Coja " y su leyenda pesaban mucho, hasta el punto de que eran legión las personas tanto de Cerro Muriano como de Obejo que pedían un reconocimiento a su insigne e histórica figura.
Y 46 años después de su fallecimiento, el 1 de agosto de 2018, el pleno del Ayuntamiento de Obejo, reunido en Cerro Muriano, decidió otorgar a Filomena Díaz Rubio " La Coja " , una placa conmemorativa en reconocimiento a su digno ejemplo vital que permanece y seguirá permaneciendo todavía muy vivo en el recuerdo colectivo de los habitantes tanto de Cerro Muriano como del termino municipal de Obejo.
Al fondo de la imagen a la derecha puede verse parte del bellísimo Mirador del Cerro de la Coja, cuyo nombre evoca a Filomena Díaz Rubio, que contempló muchos amaneceres durante más de medio siglo desde dicho punto, que permite la observación de sublimes paisajes de Sierra Morena.
Porque más de medio siglo después de su muerte, el recuerdo de Filomena Díaz Rubio " La Coja " está muy presente y nunca caminará sóla.