Texto y Fotos: José Manuel Serrano Esparza
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El Parque Nacional de Garajonay, ubicado en la parte alta de la Isla de la Gomera (situada al oeste de Tenerife y a la cual se accede por ferry), perteneciente al grupo occidental del archipiélago canario, es uno de los más bellos lugares del mundo y en 1986 fue incluido por la UNESCO en la lista de bienes naturales del Patrimonio de la Humanidad.
Tras llegar al puerto de San Sebastián de la Gomera (visible ligeramente a la derecha del centro de fotografía superior, en la cual más allá del mar se distingue el perfil del Teide, al norte de Tenerife), hemos de iniciar la subida que lleva hasta el Parque Nacional de Garajonay, siguiendo la carretera de San Sebastián a Arure por la cumbre.
Durante los primeros minutos de ascensión, comenzamos a percibir la característica primordial de la Isla de la Gomera que será una constante e irá acentuándose progresivamente conforme nos acercamos a la Joya del Terciario: su muy abrupto relieve, con fuerte personalidad propia y que tiene su máxima manifestación en el Parque Nacional de Garajonay, que posee una extensión de 3.984 hectáreas, con una altura mínima de 650 m. y máxima de 1.487, ocupa el 10% de la superficie de la Isla de La Gomera, y consta de dos zonas principales:
a) La zona de Los Roques (enormes formaciones rocosas típicas de las Islas Canarias, que son generalmente imponentes torres de roca procedentes de algún volcán), destacando sobre todo el Roque de Agando, el Roque de la Zarcita y el Roque de Ojila.
b) El Bosque de Laurisilva, envuelto a menudo (al igual que los Roques) por una densa niebla que le confiere un aspecto imponente y sobrecogedor a la vez, y que junto con los numerosos arroyos y cascadas que configuran el Parque Nacional de Garajonay, aportan la humedad suficiente para generar su mítico aspecto, con un monteverde (que cubre más del 85% de su superficie) como principal seña de identidad, formado por varios tipos de bosques con cerca de 20 especies arbóreas de hoja perenne, y en el que abunda un muy exótico brezal de cumbre. Esta es la zona más representativa de todo el Parque Nacional de Garajonay, y contemplar estos bosques prehistóricos se convierte en una experiencia que deja huella indeleble.
Roque de Agando, el más espectacular y conocido de todos los existentes en el Parque Nacional de Garajonay. Rodeado de laurisilva, fayas y brezos, se encuentra a una altitud de 1250 m sobre el nivel del mar y tiene una altura de 180 metros, estando situado a poca distancia de la Carretera del Centro.
Muy cerca de su cima se hallan los restos de un primitivo santuario güanche.
Pertenece al término municipal de Santiago de la Gomera y está ubicado entre el Barranco de la Laja y el Barranco de Benchijigua.
Un rasgo peculiar de la Isla de la Gomera con respecto a las demás Islas Canarias es que las erupciones más recientes se produjeron hace unos dos millones de años, lo cual ha generado una constante y duradera acción erosiva que ha modificado el relieve volcánico original, creando el escarpado paisaje actual de la isla.
Por otra parte, la ausencia de erupciones volcánicas en el Cuaternario ha hecho que Los Roques sean elementos muy característicos de la isla, en especial del Parque de Garajonay.
Dichos Roques, que son esencialmente restos de chimeneas volcánicas descubiertos por la erosión, contribuyen decisivamente a la más que notable espectacularidad del Parque Nacional de Garajonay, con el complemento añadido de un fenómeno singular observable por los visitantes: la transición en cuestión de segundos de paisaje despejado con los Roques plenamente visibles
a su cobertura paulatina por la densa bruma casi tangible típica de este paraíso natural. Este muy peculiar denso manto de niebla de textura única, genera además un crisol lumínico en el que los rayos solares dispersos cruzan esta especie de capa húmeda etérea y se proyectan en múltiples direcciones, modificando constantemente luces y sombras en los Roques, llegando incluso a alterar en ocasiones la percepción visual de su color y contraste.
Merece la pena visitar el Parque Nacional de Garajonay sólo por ver ésto.
El paisaje en la zona es muy abrupto, tal y como puede apreciarse en esta fotografía, con presencia masiva de densa niebla que aporta al entorno la cantidad necesaria de humedad para que su naturaleza sea magnífica, con profundos barrancos y sucesión de bellísimos valles verdes habitados por una amplia gama de especies de flora y fauna, 120 autóctonas y exclusivas de las Islas Canarias y 26 de ellas endémicas de la Isla de La Gomera, sin olvidar la existencia en su zona inferior de una amplia gama de antiguos típicos caseríos canarios (por ejemplo, al fondo del muy escarpado valle que aparece en la imagen puede verse el Caserío de La Laja, rodeado de pino canario, fayabrezal y un espléndido paisaje abancalado circundante).
En otro orden de cosas, las carreteras que surcan el Parque Nacional de Garajonay disponen de una extensa red de miradores que permiten disfrutar estos paisajes únicos e incomparables, ubicados en la zona alta de la Isla de la Gomera y que fueron territorio sagrado para los gomeros prehispánicos guanches, cuyos reinos de Agana, Orone, Mulagua, Ipalán) convergían en él.
Otra imagen del extraordinario paisaje de escarpados barrancos y valles del Parque Nacional de Garajonay (fruto de la falta de erupciones en época reciente y de la erosión del agua), con restos de cultivos de terrazas en primer plano.
Puede apreciarse como el omnipresente denso mar de nubes está comenzando a extenderse, modificando constantemente las zonas de luces y sombras, transición plenamente observable por los visitantes.
El sancta sanctorum de la Joya del Terciario: la zona de Laurisilva prehistórica constituye el área más emblemática del Parque Nacional de Garajonay, con una amplia gama de árboles subtropicales de hoja perenne, en un marco paradisíaco caracterizado por su elevada humedad y unas temperaturas suaves.
La abundancia de vegetación es tan profusa que los árboles situados a ambos lados de los senderos cubren frecuentemente los mismos con sus ramas que se tocan en su zona superior, generando una fantástica visión típica de bosques prehistóricos que aparecen en famosas películas como King Kong o de la saga Tarzán.
El entramado de árboles que forman el tupido bosque de Laurisilva Terciaria del Parque Nacional de Garajonay, es una auténtica reliquia viviente que destaca por una riqueza y variedad cromática de verdes que hay que ver para creer, todo ello catalizado por el mar de nubes que envuelve la zona y cuya condensación del vapor de agua en las hojas de los árboles con la subsiguiente lluvia horizontal, eleva notablemente la cantidad de agua en el terreno.
Se trata de una Laurisilva en la que el elemento determinante es el monteverde, que cubre más del 85% de su superficie, con cerca de 20 especies arbóreas como el brezo, el acebiño, el haya, el viñátigo, el loro y otras, complementadas por muy abundante presencia de musgos y líquenes que cubren los troncos de los árboles, así como helechos, todo ello producto de la elevada humedad ambiental.
Es un auténtico fósil botánico superviviente de los bosques húmedos de variadas especies de hoja perenne que en el Terciario cubrían prácticamente toda Europa y que en su inmensa mayoría desaparecieron con el paso del tiempo.
Además, la estratégica localización de esta Laurisilva Terciaria resulta decisiva para la recarga hidrológica de la Isla de La Gomera y la protección de sus suelos.
El Bosque de Laurisilva del Parque Nacional de Garajonay posee gran exotismo y es el área más relevante de la zona de cumbre orientada al norte de la Isla de la Gomera, hallándose cubierta por selvas, bosques y matorrales arborescentes que constituyen el monteverde.
Las sensaciones que se perciben al adentrarse en estos santuarios botánicos subtropicales formados por especies arbóreas de la familia de las lauriáceas y que constituyen el vivo testimonio de un pasado remoto, no son fáciles de describir, siendo también enormemente interesantes sus suelos profundos y característicos de las medianías septentrionales influidas por las brumas de los alisios.
Es además una zona carente de heladas, con temperaturas medias anuales constantes entre 15º C y 19º C y precipitaciones relativamente escasas y muy variables de un año a otro, que oscilan entre los 600 y los 1.600 mm.
Estas especialísimas condiciones medioambientales que posibilitan la existencia de Laurisilva, obedecen a que la capa inferior del viento alisio, fresca y húmeda durante su recorrido sobre el Océano Atlántico, asciende al entrar en contacto con la abrupta orografía de la Isla de la Gomera, y durante dicho ascenso el aire se condensa generando nubes que se encuentran con la tapadera de la capa superior del alisio, más cálida y seca, con lo que al producirse en esta zona el encuentro de las nubes con el relieve, tienen lugar ligeras lloviznas y la denominada lluvia horizontal.
Si a ello añadimos la gran cantidad de agua captada de las densas nieblas por la Laurisilva, se comprende todavía mejor la maravillosa singularidad de estos bosques terciarios.
Roque de la Zarcita, situado a una altitud de 1233 metros. Puede apreciarse como un típico mar de nubes comienza a extenderse y cubrirá en breve este domo fonolítico, que fue origoinalmente una aguja o protusión que sufrió el empuje de una columna eruptiva, tras lo cual la erosión diferencial eliminó los materiales escoriáceos externos más débiles, preservando a la vez el cuerpo central de lava masiva, más resistente y que constituye el núcleo de los modernos Roques del Parque Nacional de Garajonay, con forma de monolitos de paredes verticales.
Primer plano del Roque de la Zarcita captado pocos segundos después de la fotografía anterior. La densa bruma repleta de humedad que ha cruzado ya su cima y está a punto de envolverlo y las diferentes trayectorias que adoptan los haces solares al atravesarla, han modificado tanto el cromatismo de las paredes del Roque como su contraste y el de sus zonas adyacentes.
Este fenómeno, visible también en otros famosos roques canarios como el Roque de Las Ánimas en Tenerife, hizo que en tiempos remotos, hace miles de años, los primitivos pobladores güanches los consideraran montañas encantadas morada de una misteriosa luz que aparecía en momentos concretos.
Impresionante acantilado en el Parque Nacional de Garajonay, con profusión de verdes y palmeras que nacen de la roca. Una vez más, se aprecia un mar de nubes que avanza hacia este sublime paraje y que lo envolverá de húmeda niebla en cuestión de pocos minutos, cambiando paulatinamente las zonas de luces y sombras de su orografía.
Son también visibles diversas especies de árboles de hoja perenne, ya que la riqueza botánica de este paraíso natural es impresionante, al ser La Gomera una isla volcánica de 12 millones de años de antigüedad, creada por acumulación de materiales emitidos en distintos períodos eruptivos separados por prolongadas fases de calma.
Típico paisaje del Parque Nacional de Garajonay. Se trata de los Roques de San Pedro (también denominados Roque chico y Roque Grande) en Hermigua, rodeados por varias típicas casas rurales canarias y una abundantísima variedad de árboles y plantas con explosión cromática de verdes por doquier.
La densa bruma húmeda, muy representativa de este maravilloso biotopo y esencial para la preservación del monteverde, se aproxima a ambos colosos generando un entorno natural bellísimo y sobrecogedor a la vez, y quienes aguarden la llegada de dicha niebla podrán percibir con rotundidad su muy especial textura, por momentos casi tangible, y que se convertirá en parte de su ser.
No en vano, existen innumerables leyendas güanches centradas en las cualidades y gran importancia que para la zona de Garajonay tuvieron desde su misma génesis estas inefables brumas densas y húmedas, que son quizá las mayormente responsables de la denominación "Isla Mágica" con la cual se ha definido tradicionalmente a este trozo del Edén.
Los cultivos de terrazas en las laderas de acceso a Garajonay son otro de los rasgos típicos de la zona, en la que la economía se ha basado diacrónicamente en la agricultura y el sector primario en general, ya sea para autoabastecimiento (hortalizas) o bien orientado a exportación (plátano).
Pese a que la orografía del terreno dista de ser la más adecuada para esta actividad, el atávico tesón y cuidado paisajístico de los habitantes de La Gomera y resto de las Islas Canarias, han hecho posibles estos cultivos gracias a las terrazas construidas con ímprobo trabajo sobre el terreno y a la red de canales y sistemas de riego sabiamente distribuidos.
Copyright Texto y Fotos: José Manuel Serrano Esparza